AUSTIN, Minnesota. Una persona come para alimentar el cuerpo y así es como un paciente obtiene la fuerza y el vigor que le mantienen todo el día.

Esto en ningún momento es más importante que cuando alguien se somete a un tratamiento contra el cáncer. La quimioterapia y la radioterapia, sean para salvar la vida o para conservarla, pueden pasar factura al cuerpo de una persona y afectar considerablemente su alimentación.

«La quimioterapia no elimina solo a las células del cáncer que se dividen rápidamente, sino que también destruye células sanas de rápido desarrollo. Eso puede provocar náusea y cambios en el apetito, lo que lleva a los pacientes a consumir menos calorías de las necesarias. Otros tratamientos pueden provocar incomodidad por sequedad en la bocadiarrea o estreñimiento. Afortunadamente, estos efectos secundarios disminuyen o hasta se superan y, con ello, mejora la nutrición durante el tratamiento», comenta Rose Prissel, dietista en Mayo Clinic.

Algo que preguntan tanto pacientes como cuidadores es acerca de los cambios en el peso durante el tratamiento. Por lo general, cuando un paciente pierde más de 3 libras en una semana, es importante descubrir si esa pérdida fue a propósito o no intencionada. Si fue a propósito, el equipo de atención médica del paciente hablará acerca de por qué ocurre y verificará que los planes de tratamiento vayan bien.

«Si la pérdida de peso no fue intencionada, es importante buscar la causa y brindar sustento. Es importante porque hay que evitar que el peso descienda rápidamente, pues debido a que el tejido muscular se descompone durante el tratamiento, el paciente puede perder aún más vigor», señala Prissel.

La pérdida de peso también puede provocar mal apetito. Es un efecto secundario frecuente durante el tratamiento oncológico.

«A fin de mejorar la nutrición durante esta etapa, es mejor pensar en comer poco y de manera frecuente. Esta situación puede ser abrumadora porque ni los pacientes ni los cuidadores tienen energía para preparar varias comidas al día, pero una manera de superarla es reservando una porción de lo que normalmente comería al desayuno, al almuerzo y a la cena para que se convierta en la cuarta comida. Eso permite planificar y programar más comidas, con menos trabajo», añade Prissel.

El daño a la membrana estomacal e intestinal también puede provocar náuseas y vómitos. Algo que puede ayudar es optar por alimentos de fácil digestión, como los carbohidratos refinados del pan blanco y las papas. Además, hay que evitar los alimentos con alto contenido de fibra o de proteína, porque lleva más tiempo digerirlos.

Coma porciones pequeñas y frecuentes para evitar sobrecargar el estómago.

Algunos tratamientos y medicamentos contra el cáncer provocan deshidratación y disminuyen la producción de saliva, lo que lleva a una incómoda sensación de sequedad en la boca. Prissel dice que aumentar la ingesta de líquidos, masticar cicle y chupar caramelos o trocitos de hielo ayuda a compensar.

«Otros efectos secundarios de algunos tipos de quimioterapia y radioterapia incluyen inflamación de la garganta y la boca, porque esto puede hacer que comer y beber sea incómodo y doloroso. En ese caso, comer alimentos calientes o fríos puede provocar irritación, así que ingiera alimentos a temperatura media o comida blanda y suave. La diarrea también puede ser un problema incómodo o un signo de algo más grave, así que restrinja los productos lácteos, evite la cafeína y coma alimentos suaves con bajo contenido de fibra para impedir que la diarrea lleve a otros problemas, como deshidratación severa», afirma Prissel.

Es importante que los pacientes hagan todo lo posible por mantener la ingesta calórica, proteica y líquida durante el tratamiento oncológico. Prissel asegura que seguir las pautas alimentarias ofrecidas por el equipo de atención médica ayuda a los pacientes a mantener su fuerza y vigor durante el tratamiento.

«En algunos casos, como en el cáncer avanzado, la alimentación posiblemente no altere el resultado de la enfermedad ni del tratamiento. En tales circunstancias, intentar seguir pautas alimentarias específicas, como adherirse a una dieta baja en sodio o en grasa, quizás no resulte práctico. Los pacientes deben hablar con el equipo de atención médica acerca de qué se puede anticipar y cuánto tiempo durarán los síntomas, además de conversar respecto a los síntomas, especialmente los que alteran la alimentación», concluye Prissel.

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