ROCHESTER, Minnesota: Desde hace mucho tiempo, los deportistas jóvenes se han visto obligados a poner fin a la práctica del deporte cuando se les diagnostica una enfermedad cardíaca genética, como síndrome del intervalo QT largo, afección capaz de ocasionar muerte cardíaca repentina. No obstante, un estudio realizado en Mayo Clinic durante 20 años para seguir a muchos deportistas a quienes posteriormente se les autorizó a reanudar el deporte plantea que los riesgos son manejables, gracias a un proceso compartido para tomar decisiones. Los resultados del estudio retrospectivo se presentarán durante la reunión anual de la Sociedad de Ritmo Cardíaco el martes 27 de julio y, simultáneamente, se publicarán en la revista del Colegio Americano de Cardiología.
En la cohorte estudiada, hubo 672 deportistas con enfermedades cardíacas heredadas que los predisponían a paro cardíaco repentino. De estos deportistas, 495 tenían síndrome del intervalo QT largo, que es una enfermedad cardíaca genética capaz de provocar desmayos, convulsiones, paro cardíaco repentino y hasta muerte cardíaca súbita.
Al combinar más de 2000 años de seguimiento médico, no hubo muertes relacionadas con los deportes entre los deportistas diagnosticados con enfermedad cardíaca genética que optaron por reanudar el deporte. Los eventos cardíacos considerados como avances de la enfermedad, por ejemplo, desmayos por arritmia, convulsiones, taquicardia ventricular sintomática y descargas justificadas del desfibrilador cardioversor implantable (ICD, por sus sigla en inglés) se produjeron durante y después del deporte, pero ninguno tuvo consecuencias mortales. La mayoría de los deportistas no tenía colocado un desfibrilador cardioversor implantable y ninguno de ellos requirió tampoco una descarga de rescate emitida por un desfibrilador automático externo, aunque dicho aparato formara parte del equipo de seguridad del deportista y del plan de acción ante urgencias médicas. Estos datos muestran que los deportistas de la cohorte tuvieron anualmente una probabilidad apenas superior al 1 por ciento de sufrir un evento no mortal mientras hacían deporte.
Los resultados se clasificaron en dos grupos: deportistas con síndrome del intervalo QT largo y deportistas con otras enfermedades cardíacas, genéticas y conocidas por causar paro cardíaco repentino. Concretamente, 29 pacientes sufrieron uno o más eventos cardíacos considerados como avance de la enfermedad y relacionados con el síndrome del intervalo QT largo; quince de ellos eran deportistas en ese momento, y tres sufrieron un evento cardíaco relacionado con el deporte. En los 177 pacientes con otras enfermedades cardíacas genéticas, tales como miocardiopatía hipertrófica y taquicardia ventricular polimórfica catecolaminérgica, ocurrieron 14 eventos cardíacos no mortales durante el tiempo de reanudación del deporte.
El presente estudio es la continuación de las investigaciones respecto a la reanudación del deporte y publicadas inicialmente en el año 2012 por el Dr. Michael J. Ackerman en JAMA. El Dr. Ackerman es cardiólogo genético y dirige la Clínica Windland Smith Rice para Ritmo Cardíaco Genético en Mayo Clinic.
«Cuando me uní al personal de Mayo Clinic en el año 2000, decidimos rechazar el método predominante y acatado en todo el mundo para los deportistas que sufrían enfermedades cardíacas genéticas que consistía en que en caso de duda, había que retirarlos del deporte. Después de observar el efecto desalentador y destructivo de descalificar a los deportistas, decidimos embarcarnos en un proceso compartido e informado para tomar decisiones», explica el Dr. Ackerman.
Tomar decisiones compartidas respecto a la reanudación del deporte fue una medida importante que el Dr. Ackerman considera fundamental para el éxito del proceso. Todo esto empieza con pruebas exhaustivas, un plan personalizado para el tratamiento, una conversación sobre los riesgos y una revisión de las pautas actuales para la participación en deportes. Si los padres y el deportista (siempre y cuando tenga edad suficiente) toman una decisión unánime, entonces se autoriza al deportista a reanudar el deporte. Luego, se notifica a los entrenadores y otros funcionarios escolares acerca del particular y se adoptan medidas de seguridad, como tener a disposición un desfibrilador electrónico, automático y personal, evitar fármacos que prolonguen el intervalo QT cuando hay ese síndrome, mantener una hidratación adecuada y un equilibrio de los electrolitos, así como llevar a cabo consultas anuales para seguimiento con el cardiólogo genético a fin de reevaluar el riesgo y revisar el tratamiento.
El estudio incluyó a deportistas participantes en deportes organizados y competitivos, entre el 1 de julio del 2000 y el 31 de julio del 2020. Se revisó el expediente de cada uno de los deportistas para obtener detalles clínicos, tratamientos, eventos cardíacos considerados como avances de la enfermedad y deporte practicado. Para clasificar el nivel personal de riesgo, se aplicó el deporte con mayor actividad física de cada deportista. Es interesante anotar que según la clasificación del deporte, no hubo una diferencia notable en la frecuencia de los eventos. El tiempo para reanudar el deporte fue individual a cada deportista y se calculó como el momento en que pudo participar en deportes después de la evaluación y la autorización para reanudarlo.
«Los resultados de la implementación de decisiones compartidas fueron increíblemente satisfactorios y hasta modificaron la conversación mundial respecto a los deportistas que padecen una variedad de enfermedades genéticas cardíacas. Los jóvenes con enfermedades cardíacas genéticas pueden continuar con su desarrollo sin renunciar a soñar a lo grande, puesto que lograrán llegar a los niveles más altos en deportes olímpicos y profesionales», añade el Dr. Ackerman.
Sin embargo, el Dr. Ackerman advierte que este método no es una solución universal, puesto que en algunos deportistas, el proceso de tomar decisiones en forma compartida culmina en la recomendación de abandonar el deporte preferido. Ese es el caso de los deportistas que padecen un tipo específico de enfermedad cardíaca genética que se acelera con la actividad deportiva. El médico dice que después de la evaluación, entre el 15 y el 20 por ciento de los pacientes deportistas llegan a la decisión familiar de descalificarse del deporte. Por lo tanto, no todos optan por reanudar el deporte cuando se les presenta la alternativa.
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